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Si estás, podés


**Pinjas**


“Si yo fuera Di-s,” dijo uno de los colegas de Rabí Schneur Zalman, “crearía el mundo con algunos cambios.”

“Y si yo fuera Di-s,” dijo Rabí Schneur Zalman, “crearía el mundo tal cual lo creó Él”.

Una de las causas de la ansiedad y angustia es la insatisfacción o la incertidumbre en cuanto al rol que le toca a uno en la vida. ¿Por qué me tocó a mi ser comerciante? ¡Hubiera preferido ser rabino! ¿Por qué me tocó vivir en esta comunidad? ¡Hubiera preferido vivir en otra! ¿Por qué me tocó….? ¡Hubiera preferido….!

¿Cómo se hace para sentirse mejor con la realidad que le toca a uno vivir? ¿Cómo se hace para desempeñar los desafíos de vida con alegría?

De hecho, hay aquí dos dudas: 1) ¿Por qué me tocó justo estos desafíos?; 2) ¿Cómo sé que puedo superarlos?

En la lectura de esta semana, Pinejás [1], leemos sobre las normas referentes a la repartición de la Tierra de Israel y en ese tema podemos encontrar alguna su respuestas.

La Tierra de Israel fue repartida entre las doce tribus por medio de dos sistemas: 1) sorteo; 2) extensión de territorio de acuerdo a la población.

La topografía de Israel es muy variada, como bien sabemos. Tiene costa, montañas, valles, desiertos y tierras fértiles con distintos potenciales.

Esta topografía física refleja la “topografía” espiritual del pueblo judío, tanto a nivel individual como colectivo. Cada tribu tenía una ocupación diferente. Hubo pastores (las tribus de Reubén, Gad y la mitad de la tribu de Menashé), comerciantes que se dedicaban al comercio exterior (la tribu de Zevulún), estudiosos (la tribu de Isajar), productores de aceite (Asher), etc. A cada uno le servía otro tipo de territorio para poder desempeñar sus tareas en form óptima. A su vez, la población de cada tribu era diferente lo que determinaba la cantidad de espacio necesario para poder vivir cómodamente.

La población de cada tribu era algo visible, contable y racional; su misión de vida, no necesariamente. En otras palabras, las necesidades territoriales de cada tribu tenía una parte que era racional y otra parte que no. De ahí, los dos sistemas de repartición: censo y sorteo.

El mensaje aquí para nosotros es que la misión de vida de cada uno no es racional. Es algo que Di-s determina antes que nacemos y responde a criterios a los cuales no tenemos acceso. Nuestros sabios nos dan dos pistas para ayudarnos a darnos cuenta de nuestra misión de vida:


1) Si fuiste bendecido con talentos o recursos especiales, es para que los utilices para cumplir con tu misión;


2) Si hay algo en el judaísmo que te resulta especialmente difícil, es una buena señal que probablemente sea muy importante para que lo hagas y por eso despierta tanta resistencia. Fíjate cómo cayeron Adán y Eva en el Jardín de Edén. Tenían a todo el mundo para disfrutar y ¡tenían que comer justo de las frutas del único árbol que les fue prohibido!

Pero, conjuntamente con la misión irracional, está el factor racional de los recursos. O sea, si bien tu misión de vida personal no es algo que obedece necesariamente a la racionalidad humana, quedate tranquilo que los recursos necesarios para cumplir con tu tarea están ahí. La extensión de los territorios correspondía a la población de cada tribu.

Así que la herramienta de esta semana es: Concientizate y metabolizá la idea de que estás donde tienes que estar y tenés todo lo que necesitas para poder cumplir tu misión exitosamente. Con esto claro, podrás dedicarte más confiadamente para hacer todo lo que dependa de tí para cumplir con tu misión con éxito.

A veces le cuesta a uno entender cómo hacer las cosas con éxito. Para ayudar con esto tenemos el dictamen de nuestros sabios [2]: Asé lejá Rav, hacéte un maestro. El Rebe expresó reiteradamente su Bakashá Nafshit —“pedido de alma”— que cada uno tenga un Rav de confianza con quien consultar en el momento de la toma de decisiones importantes. Más allá de la inteligencia del Rav, este sistema es un Kli “conducto” para recibir la inspiración y bendición especiales que vienen por el mérito de cumplir con las indicaciones de un Tzadik y ni hablar de un Tzadik de la talla del Rebe, que su mérito nos proteja.

¡Just do it!


Basado en Likutei Sijot, Vol. 2, Pág. 346 y Hitvaaduiot 5746, vol. 4, pág. 70.

————— 1. Números, 25:10-30:1 2. Avot, 1:6

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