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La envidia



Rabino Eliezer Shemtov


Itró

Una de las grandes causas de la angustia es la envidia. Cuando uno mide su éxito y valor en base a lo que tiene, es muy difícil estar feliz y contento, ya que siempre habrá quien tiene más y por ende implica que uno no vale tanto.


¿Cómo se hace para combatir esa tendencia? ¿Cómo hace uno para estar feliz con su vida cuando ve —si no personalmente, por Facebook o Instagram— los éxitos y la felicidad de los demás que a él o a ella lo eluden?


Y debe haber una manera de lograrlo. En los propios Diez Mandamientos sobre los cuales leemos en la lectura de esta semana, Itró [1], nos dice claramente que no debemos codiciar. Si Di-s nos dice que no debemos codiciar, debe haber una manera de poder ponerlo en práctica. ¿Cómo se hace?


Hay quienes explican que la llave está en el propio mandamiento [2]: “No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, su siervo, su sierva, su toro, su burro, ni todo lo que pertenezca a tu prójimo.”


Si uno analiza el versículo salta a la vista una pregunta bastante obvia: dado que concluye diciendo que uno no debe codiciar “ni todo lo que pertenezca a tu prójimo”, o sea uno no debe codiciar nada de lo que le pertenece al prójimo, ¿por qué listar unas cosas específicas? ¿No estarán ya incluidas en “todo lo que pertenezca a tu prójimo”?


Una explicación que escuché hace mucho es que la manera de dejar de envidiar a alguien por algo que tiene es poner las cosas en perspectiva. ¿Te gustaría tener todo lo que tiene? Sí, puede que lo que ves sea envidiable, pero ¿qué sabes de las cosas de su vida que no están a la vista?


Me imagino cuánta gente le tenía envidia a Kobe Bryant por su helicóptero, hasta que vieron el final de la película….


De hecho, hay dos clases de envidia, una positiva y la otra negativa.


La envidia que te empuja a superarte para lograr y tener lo mismo que tiene el otro está bien. “Los celos entre los sabios aumenta la sabiduría,” dice el Talmud [3]. La envidia que te aplasta porque te sentís como un fracaso al no ser como fulano que tiene tal o cual éxito en la vida, no solo es un pecado, es tonto. Cada uno tiene lo que necesita para cumplir con su misión en la vida.


Me hace recordar una anécdota que contó un judío que estaba en la cárcel cumpliendo un castigo injusto y todos los días recibía bolsas de correo conteniendo cartas de apoyo de todas partes del mundo.


Había reclusos que no recibían correo y manifestaban sus celos al respecto. No es una buena idea fomentar envidia en la cárcel. Así que un buen día se le ocurrió una solución. Cuando llegó el momento del reparto del correo, el recluso judío agarró toda la bolsa de su correo y se la regaló al recluso “celoso”. “Tomá,” le dijo. “Te regalo mi correo. Me tiene ya podrido tanto correo.” El recluso “celoso” se puso contento y empezó a abrir las cartas. En pocos minutos se le fueron los celos. Todas las cartas fueron escritas en Idish o Hebreo y no entendió nada. ¿Para qué le sirve una bolsa de correo escrito en un idioma que no entiende?


Lo mismo se aplica en cada aspecto de la vida. A cada uno le llega el “correo” de acuerdo a sus necesidades. De poco sirve tener algo que no te sirve o por un precio que no estás dispuesto pagar.

Así que la herramienta de esta semana es: si ves que alguien tiene algo que tú no tienes, no pierdas sueño. También tiene cosas que tu no quieres, y tu tienes cosas que otro no tiene. Cada uno tiene lo que realmente precisa. Si no tienes lo que quieres, querré lo que tienes.


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  1. Éxodo 18:1- 20:23

  2. Éxodo 20:14

  3. Bava Batra 21a



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