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Cuando las cosas no salen como quieres


Vaerá


Rabino Eliezer Shemtov


¿Qué pasa cuando las cosas no salen como te gustaría? ¿Te sientes mal? ¿Perdido? ¿Desmotivado?

Son reacciones naturales. A la gente le gusta que las cosas salgan como ellos quieren. Algunos le dan incluso una vuelta de tuerca más, se culpan a sí mismos cuando las cosas van mal. "Si hubiera hecho esto o aquello, esto no habría pasado". "Si no hubiera sido tan idiota...".


¿Cómo superar actitudes tan debilitantes y transformarlas hasta el punto de sentirse fortalecido y motivado por la adversidad personal y el fracaso?


Volvamos a analizar la humildad y la arrogancia, personificadas por Moisés y —lehavdil— el Faraón, los dos personajes centrales de la lectura de esta semana, Vaera [1].


Ambos reaccionaron ante la adversidad de maneras totalmente distintas. Uno con creciente sensibilidad y el otro con creciente insensibilidad. Moisés, con su humildad, salió vencedor y el Faraón, con su arrogancia y su actitud de invencibilidad, acabó derrotado.


A primera vista parecería que la arrogancia es sinónimo de fuerza y la humildad de debilidad y que en una contienda entre ambas ganaría la arrogancia. Esto no es así. En absoluto.


La arrogancia no tiene nada que ver con una alta autoestima y la humildad no tiene nada que ver con un complejo de inferioridad. Al contrario: la arrogancia surge de la necesidad de proyectar fuerza para protegerse de una sensación de debilidad y vacío interior, mientras que la humildad surge de una fuerza interior que desafía al individuo a utilizar sus dones de la mejor manera. Los arrogantes se creen superiores, mientras que los humildes —que, por cierto, también pueden ser orgullosos— sienten que lo que tienen es superior. El arrogante siente que no le debe nada a nadie; al contrario, todo el mundo le debe todo a él. El humilde siente que, como ha sido dotado de algo que los demás no tienen, tiene un deber mayor con ellos que ellos con él (al menos en este aspecto).


Esta diferencia de perspectiva conduce también a actitudes personales muy diferentes. En referencia a los justos —que por lo general también son humildes— el rey Salomón afirma que "El justo caerá siete veces y se levantará" [2]. En cuanto a los malvados —que también suelen ser arrogantes— encontramos que "los malvados están llenos de remordimientos" [3]. A primera vista suena muy parecido, tanto los justos como los malvados caen y se arrepienten. Pero, en realidad, hay una gran diferencia: los justos caen y se levantan, mientras que los malvados, aunque aparentemente estén en la cima del mundo, acaban cayendo, y finalmente —si tienen suerte— se arrepienten de su comportamiento.


Los malvados, los arrogantes, se derrumban ante una situación que pone de manifiesto su debilidad o defecto, porque creen que son o deben ser perfectos e irreprochables. Los justos, los humildes, no tienen miedo de sus defectos y debilidades; los ven como retos y misiones que Di-s ha puesto en su camino. Cuando la persona humilde encuentra un fracaso o una dificultad, no lo ve como un motivo para desilusionarse; al contrario: es una clara señal de lo que debe hacer de ahora en adelante. El reto que se le presenta es la prueba de que tiene la fuerza necesaria para superarlo. La prueba no fue puesta en su camino para quebrarlo, sino para fortalecerlo.


Cuando Moisés se enfrentó a la adversidad, buscó su causa, propósito y significado, y cuando lo encontró, le dio motivación, alegría y razón de ser, independientemente de lo difícil que parecía ser. El Faraón, en cambio, creía que todo lo que tenía era producto de su omnipotencia. No le debía nada a nadie "¿Quién es Di-s? No conozco a Di-s" [4], dijo cuando Moisés vino a transmitirle lo que debía hacer. No podía soportar ningún desafío ni limitación. No encajaban en su perspectiva de que era perfecto y omnipotente.


Al final, el "omnipotente" Faraón lo perdió todo. A pesar de ser rey y tenerlo todo, no tenía nada, pues lo que más necesita el hombre es un propósito y una razón de ser más allá de sus inmediatos y efímeros intereses y satisfacciones personales. La vida y el legado de Moisés, en cambio, siguen vigentes hoy, 3.292 años después de su fallecimiento.


Así que la herramienta de esta semana es: no tengas miedo a los desafíos. Es la forma que tiene Di-s de decir "Esto es de lo que necesito que te encargues por mí". Cuanto más difíciles son, más reafirman el potencial que tienes. Di-s no crea nada en vano, incluyendo cada una de las situaciones que te toca vivir.

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1. Éxodo 6:2 - 9:35

2. Proverbios 24:16

3. Citado en Tania, Cap. 11. Shévet Musar, cap. 25.

4. Éxodo 5:2


Publicado originalmente en inglés en mi blog en Times of Israel, 21 de enero de 2020

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