**Vaierá**
Una de las grandes causas tanto de la ansiedad como la depresión es encontrarse en una situación límite sin ver una salida.
Imagina, por ejemplo, el siguiente escenario: Una madre se encuentra con su hijo en el desierto, el hijo se está muriendo de sed y no ve ninguna fuente de agua cerca.
En la lectura de esta semana, Vaierá, la Torá nos describe exactamente esta situación: Hagar, despedida de la casa de Abraham, salió al desierto junto a su hijo Ishmael. Al acabarse el agua de su cantimplora, dejó a su hijo moribundo debajo de uno de los arbustos. Se alejó a unos lances de arco de distancia para no ver la muerte de su hijo y levantó su voz en llanto.
Un ángel la llama a Hagar para decirle que no se preocupe, que Di-s había escuchado la voz de su hijo. “Levántate, alza al muchacho y tómalo de la mano, porque haré de él una gran nación.” Di-s abrió los ojos de ella y ella vio una fuente de agua. Llenó la cantimplora y le dio de beber a su hijo. Di-s estuvo con el joven, creció, vivió en el desierto y se hizo arquero.
Es difícil imaginar una situación más desesperante que la que experimentó Hagar en ese momento. Su reacción es entendible. Ante la inminente muerte de su hijo, se da por vencida y se aleja para no presenciar la realización de la peor pesadilla de una madre. Prefiere imaginarla que presenciarla.
Cada detalle de ese episodio es relevante y contiene muchas enseñanzas. Veamos alguno que puede aplicarse a nuestra consigna de encontrar herramientas para lidiar con la ansiedad y la depresión:
La Torá no dice que una fuente de agua apareció por milagro, sino que a partir de cierto momento Hagar vio un pozo de agua que no había visto antes. ¿Qué es lo que sucedió para que vea lo que antes no veía?
Un cambio de actitud.
Apenas se terminó el agua de la cantimplora, Hagar sintió que la muerte de su hijo era inminente. ¡En la cantimplora no había más agua! Pero, ¿por qué se limitó al agua de la cantimplora y no se le ocurrió que puede haber agua fuera de la cantimplora; que debería buscar hasta encontrar agua, sea como fuere?
Quizás es porque, como esclava recién liberada estaba acostumbrada a administrar los recursos que se le entregaban; nunca había generado sus propios recursos y ni se le ocurrió que podía hacerlo.
Al acabarse el agua de la cantimplora que su ex-amo Abraham le había dado, se quedó sin recursos y vislumbraba una única posible conclusión: la muerte de su hijo.
“Levántate,” dijo el ángel. “Alza al muchacho.” “Tómalo de la mano, porque haré de él una gran nación”. En otras palabras: eleva tu mirada. Redefinite y la situación que estás percibiendo. No lo mires meramente como un niño vulnerable que depende de ti y morirá por tu incapacidad de suministrarle agua. Invertí los roles de causa y consecuencia: tu éxito depende de la necesidad de tu hijo. Si no haces las paces con la posibilidad de que tu hijo se muera de sed, buscarás hasta encontrar los recursos necesarios. Descubrirás el agua que siempre estaba ahí.
Di-s no hace milagros en vano. Di-s no hace por uno lo que uno mismo puede y debe hacer. Luego de que uno agota sus recursos y esfuerzos, si hace falta y corresponde, aparece el milagro, pero hay mucho que uno puede lograr sin recurrir a milagros de Di-s.
Hete aquí una herramienta para lidiar con la ansiedad: nunca te des por vencido. Si el objetivo es noble, esforzate hasta el final, sin ceder. El éxito depende de Di-s; el esfuerzo depende de ti.
Como dicen en criollo: hay que dejar todo en la cancha.
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