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La fiesta de Sucot: tres dimensiones de unión.




Hoy al anochecer, comienza la festividad judía de Sucot, o Fiesta de las cabañas.


Su origen está en la Biblia [1] y conmemora la Providencia Divina que acompañaba a los Israelitas durante los cuarenta años de su viaje en el desierto, luego de su éxodo de Egipto rumbo a la Tierra Prometida.


La celebración de la festividad consiste en dos componentes: la Sucá (cabaña) y las cuatro especies (citrón, palmera, mirto, sauce).


Durante los ocho días (en Israel son solo siete) de la festividad el judío tiene la obligación de salir de su casa y vivir en una Sucá. Realiza todas sus comidas ahí y hay quienes también duermen en la Sucá. La Sucá es una estructura cuyo techo debe ser confeccionado de vegetación cortada de su raíz y que sea tan espeso como para lograr que en su interior haya más sombra que sol.


El objetivo de este precepto es concientizarnos en cuanto a nuestra vulnerabilidad y dependencia de la protección Divina. Vivir bajo un techo de ramas lo expone a uno a la intemperie. No puede controlar la lluvia. Esto tiene como objetivo concientizarnos del hecho de que, en realidad, no controlamos nada en la vida. Está en nosotros hacer el mejor esfuerzo ante cada situación, pero a fin de cuentas, los resultados no dependen de nosotros, aunque tendemos a creer lo contrario.


Esta realización no tiene como objetivo desinflar la autoestima del hombre, sino todo lo contrario. El pensar que todo lo que le ocurre a uno depende de uno, es una carga demasiado grande, causante de ansiedad. Saber que uno puede confiar los resultados finales al Todopoderoso, alivia la carga y permite que uno no se distraiga por lo que no depende de uno — o sea, resultados — para poder dedicarse a lo que sí, o sea, el esfuerzo.


El otro precepto bíblico que se cumple durante la semana de la celebración es tomar cuatro especies, un citrón, una fronda de palmera, ramos de mirto y de sauce, unirlas y recitar la bendición correspondiente. Cada una de dichas especies representa otra clase de persona. El citron, que posee tanto un aroma como sabor agradables, representa aquel que se destaca tanto por su sabiduría como por sus buenas acciones. La palmera que produce dátiles pero carece de aroma, representa a aquel que se destaca por su sabiduría pero no tanto por sus logros concretos. El mirto, poseedor de una fragancia muy agradable, representa aquel que se destaca por sus buenas acciones y no tanto por su sabiduría. El sauce que no tiene ni aroma ni sabor especiales representa aquel que no se destaca ni por su logros intelectuales ni por sus logros prácticos.


El mensaje aquí es la importancia de la unión y la interdependencia entre los distintos segmentos de la sociedad. Cada uno tiene algo para aportar, inclusive —o quizás especialmente— el “sauce” quien representa la valoración esencial del ser, más allá del tener. El ser humano vale simplemente por el hecho que existe, más allá de los dones o recursos que pueda llegar a tener.


El tema central de ambos preceptos es la unión. La Sucá ignora las diferencias —todos pueden entrar sin distinción— y las cuatro especies celebran las diferencias, señalando la interdependencia que hay entre todos, gracias a sus diferencias.


El Rebe —que su mérito nos proteja— señala que hay un detalle más a tomar en cuenta: cada una de las cuatro especies tiene características botánicas que expresan “unión”. El Etrog se encuentra en el árbol todo el año, no solo aguantando todas las estaciones, sino nutriéndose de ellas y así uniéndolas. El Lulav para que sirva para cumplir con la Mitzvá tiene que tener todas las hojas juntas y no abiertas. También: cada hoja del Lulav se compone de dos, representando “unión”. Para que el mirto sirva, el tallo tiene que estar recubierto de agrupaciones de tres hojas que salen todas de la misma circunferencia. Si hay una hoja más arriba que las otras dos en su grupo, el tallo queda descalificado. Los sauces crecen de una manera que representa “hermandad”. Vemos aquí una dimensión más de unión: unión entre semejantes. A veces es más difícil unirse con uno que es igual o similar a uno que con uno que es diferente.


Si incorporamos el mensaje de estos preceptos en nuestras vidas, ayudaría a lograr una sociedad en la cual no solo se tolera al diferente —o al parecido—, sino que se lo valora y se lo respeta justamente por ser como es.


  1. Levítico, 23:42, 43


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