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El año embolismal: el arte de tejer líneas paralelas



Editorial Késher 82


Rabino Eliezer Shemtov


El año que se nos va, 5783, año de Hakhel, ha sido un año muy movido, tanto a nivel personal, institucional, comunitario, nacional e internacional. Fue un año de mucha inquietud para bien y para mejor (y para “mejor no preguntes…”).


A nivel institucional, en Jabad Uruguay hubo mucha realización y crecimiento de propuestas ya existentes como también lanzamiento de iniciativas nuevas. Puede ver algunas en las páginas de esta edición de Késher.


Al concluirse el año de Hakhel, “año de reunión”, la pregunta es: ¿Y ahora, qué? ¿Qué energía y empoderamiento especiales hay en este año nuevo que empieza, 5784?


Creo que la respuesta es: el alineamiento.


El año 5784 es un año embolismal (Shaná meubéret), o sea un año que consiste en trece meses en lugar de doce. El motivo por el cual se agrega un mes entero es porque las fechas de nuestro calendario se fijan en base al ciclo lunar, mientras que las estaciones del año son determinadas por el ciclo solar.


¿Por qué importa eso?


En la Torá tenemos la orden de celebrar Pésaj siempre en la primavera[1] (boreal). Dado que el “año” lunar (12 meses o ciclos lunares) tiene aproximadamente once días menos que el año solar, por lo que cada año las fechas del calendario lunar se van corriendo unos once días con respecto de las estaciones del calendario solar, ¿cómo hacemos para que Pésaj siempre salga en primavera? La solución es agregar cada dos o tres años un mes lunar (Adar II) para así compensar por ese desfasaje entre las fechas y las estaciones.


Cada fundamentación “técnica” de los preceptos de la Torá (que quiere decir ”enseñanza”) contiene también una dimensión didáctica que nos instruye en cuanto a cómo podemos todos, siempre y en cualquier lugar, vivir mejor. Lo mismo se aplica en cuanto al precepto del año embolismal.


Veamos.


Si bien tanto el sol como la luna iluminan la Tierra, lo hacen de maneras diferentes. Una de las diferencias entre ellos es que el sol ilumina todos los días por igual, mientras que la luna ilumina cada noche con una cantidad de luz diferente. Más ampliamente, representan dos maneras de iluminar la vida: con constancia y con innovación.


En la vida judía de cada uno de nosotros, tenemos preceptos “solares” que cumplimos todos los días por igual (Tefilin, Tefilá) y tenemos preceptos novedosos —“lunares”— que realizamos de tanto en tanto (por ejemplo: Rosh Hashaná, Pésaj, Janucá, Bar/Bat Mitzvá y Jupá).


Cada categoría tiene su ventaja. Los preceptos constantes, si bien no son especialmente motivantes por su familiaridad, nos impactan profundamente por estar muy arraigados en nuestros hábitos. Los preceptos novedosos nos motivan y agregan gusto a la experiencia judía. El año embolismal nos inspira y desafía a que, además de reconocer y aprovechar la particularidad de cada una de las dos categorías, alcancemos un valor agregado al combinarlas. Al introducir novedad y frescura en los preceptos constantes y al aprovechar constantemente maneras novedosas (por ejemplo: internet, redes sociales) para conectarnos con Di-s, con nosotros mismos y con el prójimo[2] , logramos aprovechar el potencial al máximo[3].


Los conflictos entre individuos, grupos e ideologías son generalmente el resultado de visiones limitadas. Cada una de las partes aspira a imponer su verdad. Si las dos partes llegasen a ver que existe una verdad más trascendente de la cual ambos pueden ser partes imprescindibles, podrían lograr no solo a tolerarse a pesar de sus diferencias, sino valorarse, respetarse y quererse a raíz de sus diferencias.


El pueblo judío que conquistó la tierra de Israel se componía de doce tribus. Cada una tenía su tarea específica —conforme sus dones especiales— en beneficio de toda la nación.


Algunos ejemplos: la tribu de Zevulun se dedicaba al comercio exterior, la tribu de Isajar se dedicaba a la academia, la tribu de Gad se encargaba de la defensa de Israel, la tribu de Levi se dedicaba a los servicios en el Templo, la de Asher se dedicaba al cultivo de olivos y la producción de aceite, etc. Ninguno miraba de reojo a la tarea del otro por ser “más fácil”. Todos estaban contentos y orgullosos por hacer su parte y entendieron que el otro estaba haciendo la suya. Todos dependían de todos y todos se complementaban entre sí. Las diferencias las veían no como antagónicas y excluyentes, sino como expresiones de una y la misma verdad que, para llegar a su expresión plena, dependía del aporte específico de cada uno y una. Tenían claro el vínculo sinérgico entre la “constancia” y la “innovación”; la luz solar y la lunar.


En el mundo actual resulta muy difícil lograr dicha armonía. Cada uno piensa en sus derechos antes de —o en lugar de— sus responsabilidades para con los demás.


En terminología kabalística hablamos de los mundos de Tohu y de Tikun; caos y orden. El primero viene cuando cada integrante pelea por lo suyo, y el segundo viene cuando cada uno está dispuesto a subyugar sus intereses personales y dedicar sus recursos antes que nada en pos del objetivo común.


En la jerga contemporánea sería quizás la diferencia entre hi-tech y Jai-tech. En el mundo del Hi-tech uno piensa en su éxito personal, expresado en el valor de su eventual “exit”; en el del Jai-tech uno piensa en la profundidad y durabilidad de su compromiso y aporte. En realidad, la perspectiva de Jai-tech permite que uno valore más profundamente a sus logros en el mundo del hi-tech.


Aquí llegamos a otro concepto transformativo: la diferencia entre “verdad única” y “verdad absoluta”. Una verdad “única” excluye a las demás ideas, mientras que la verdad “absoluta” incluye y se expresa a través de todas las demás ideas.


Los grandes conflictos hoy en día suelen suceder cuando cada parte cree tener la verdad única. Por definición, no pueden haber dos verdades únicas, y como consecuencia de ello el conflicto no se resuelve. Mientras cada uno siga creyendo que la suya es la única verdad, no hay manera de poder resolver el conflicto sin recurrir a concesiones dolorosas, a veces innegociables.


Desde la perspectiva de la verdad “absoluta”, uno ve la esencia y alma de las cosas y ve que no hay contradicción. Hay armonía. Todo tiene su lugar.


¿Cómo se hace para llegar a ese nivel de perspectiva?

No alcanza el espacio aquí para explicarlo cabalmente. Te invito, querido lector, a venir a Jabad a zambullirse en las enseñanzas del Rebe, que su mérito nos proteja, y lograr así a aprender más sobre cómo funciona la verdad “absoluta” y cómo ponerla en práctica para resolver los conflictos que abundan entre quienes pretenden defender verdades “únicas”.


Deseándote una Shaná Tová Umetuká


Eliezer



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[1] Deut. 16:1

[2] Vea más sobre el tema aquí: https://rb.gy/ff5ox

[3] Basado en conceptos introducidos por el Rebe en el año 5744 [1983]: Véase: Carta pública del Rebe, fechada 6 de Tishrei, 5744; Farbrénguens de 6 y 13 de Tishrei, 5744. Véase un extracto aquí: https://rb.gy/ongt4


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