Pekudei
Una de las causas de la ansiedad o depresión es el sentimiento de que no valgo nada. Pertenezco a una familia, a una comunidad o a un pueblo, pero en relación con el grupo, ¿quién soy? ¿qué soy yo? No importo.
A veces es más profundo que eso: no me valoran. Es decir, el bien del conjunto es más importante que el bien del individuo. Lo que es bueno para los demás es más importante que lo que es bueno para mí.
Provoca una sensación de inutilidad: no valgo nada. No tengo valor
La verdad es que no es así. Toda la humanidad está basada en colectivos e individuos. Un público que no reconoce los derechos del individuo no es humano. Esto es comunismo. El individuo no tiene valor independiente. Por otro lado, una sociedad en la que cada uno piensa sólo en sí mismo es una sociedad anarquista.
Se requiere un equilibrio entre el bien público y el bien individual. El colectivo debe respetar la singularidad de cada uno de los que lo integran y también cada individuo debe pensar en el bien del colectivo y en cómo puede contribuir, complementar y perfeccionar el colectivo al cual pertenece.
La lectura de la Torá de esta semana [1] —Pekudei— y la que la precede [2] —Vaiakhel— generalmente se leen en el mismo sábado (pero dado que este es un año embolismal se recitan en dos sábados separados). Los nombres de estas dos lecturas enfatizan estos dos principios. La palabra Vaiakhel —”y congregó”— representa el valor del colectivo mientras que la palabra Pekudei —”cuentas”— enfatiza la importancia de los detalles.
Dichos dos nombres transmiten la idea de que tanto lo general como lo individual son importantes e incluso interdependientes. El hecho de que este año estemos leyéndolos por separado, enfatiza de manera aun más destacada la importancia de cada uno de estos dos valores en sí.
El énfasis en la lectura de esta semana, Pekudei, está en el valor especial de todos y cada uno de nosotros como individuos. Un valor que le permite a uno encajarse en el colectivo. Algo que vale cero no agrega nada al valor del grupo; sólo lo que tiene valor, por pequeño que sea, puede contribuir al valor colectivo.
En las enseñanzas jasídicas se explica que la palabra hebreo por “yo” —Aní— consiste de las mismas letras que componen la palabra hebrea por “nada” —Áin—. El mensaje de esto es que uno debe convertir su “yo” en “nada”. Pero ante todo tiene que haber un “yo”; uno tiene que tener una identidad bien clara y desarrollada. Uno debe conocerse a sí mismo, sus fuertes y sus debilidades para poder luego ubicarse dentro del colectivo.
El propósito, entonces, no es ser cero, sino ser parte de algo más grande.
Del nombre de la lectura de esta semana, 'Cuentas', aprendemos que el valor del individuo es muy importante. El colectivo, el público, se compone de muchos detalles; si no fuera por cada uno de los detalles, el colectivo sería incompleto.
El mensaje para nosotros es que no hay hombre en el mundo que no tenga valor o importancia, ya que si no tuviera valor ni importancia, Di-s no lo habría creado. Si existe, es porque hay algo que solo él puede aportar y de lo que depende todo el público. Nos fortalece y empodera como individuos que pueden contribuir al todo.
Cuando nos venga el pensamiento: “Soy nada más que una persona privada; nadie sabe que existo”, recordemos que todo el colectivo depende de cada uno de nosotros para alcanzar su perfección. Lo que importa es que Di-s conozca mi importancia especial y que yo la reconozca, y así me enfocaré en lo que yo necesito y puedo hacer y contribuir no solo por mi beneficio sino también por el de todos.
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Éxodo 38:21 — 40:38
Éxodo 35:1 — 38:20
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